Tras más de 100 años, el último taller de abanicos de París roza la desaparición

  • hace 3 años
París (Francia), 18 feb (EFE).- (Imagen; Martí Rodríguez) El último taller de abanicos que queda en París, propiedad de una familia de artesanos que lleva más de 100 años fabricando a mano estos complementos, está en riesgo de desaparecer al no poder afrontar una deuda de 117.000 euros con el ayuntamiento por el alquiler del local.
"La cosa empezó a ir mal en 2015", cuenta a EFE Anne Hoguet, de 74 años, que encarna a la cuarta generación al frente del Atelier Hoguet, fundado en 1883 por su bisabuelo en un pequeño pueblo de 3.000 habitantes, Sainte-Geneviève, situado 70 kilómetros al norte de París.
Su bisabuelo traspasó el negocio a su abuelo, que hizo lo propio con su padre. Este último abandonó el pueblo y compró en 1960 el último taller parisino que hacía abanicos, la casa Ernest Kees, trasladando allí su propia marca.
Precisamente ese año Anne, que todavía era una adolescente, empezó a ayudar a su padre en su actividad profesional. En 1994 recibió el título de maestra artesana y continuó haciendo abanicos a mano hasta el día de hoy.
El taller está en un piso amplio del centro de París, dividido en varias estancias habilitadas como zonas de trabajo: con tablas de madera, mesas, estanterías, rollos de tela, herramientas y piezas a medio hacer. Todas las habitaciones están repletas de abanicos, colgados a modo de decoración, de exposición o a la venta.
El taller funcionó con normalidad hasta hace cinco años. Sus beneficios venían, según la propia Hoguet, de las ventas de los abanicos, de la restauración de ejemplares antiguos y de las entradas de un museo de abanicos que abrieron en su propio local en 1993 y que en 2004 fue declarado patrimonio nacional francés.
Además, esa sala "de estilo Enrique II" es la única que se conserva tal y como la construyeron en 1893.
UN ALQUILER INASUMIBLE
Pero en 2015 hubo unas obras en el edificio que dificultaron mucho el acceso al museo, que suponía el 50 % de sus ingresos. Otro factor que mermó sus finanzas fue que ella misma "decidió disminuir el tiempo que dedicaba al taller y al museo".
La llegada de la pandemia este pasado marzo fue el último empujón hacia el precipicio, pues el cierre de los espectáculos culturales supuso que Hoguet perdiera a algunos de sus mejores clientes: las compañías de teatro que le encargaban abanicos personalizados para el vestuario de sus personajes.
Así, el alquiler mensual de 3.200 euros por el local, que Hoguet dejó de pagar cuando la bajada de ingresos se lo impidió, se ha ido acumulando hasta generar una deuda de 117.000 euros que le fue notificada la víspera de la pasada Navidad junto a la orden de abonar esa cantidad y la amenaza del desahucio, todavía sin fecha.
Su situación precaria la llevó a acudir a los medios de comunicación y tras una entrevista en el diario Le Parisien encontró una solución.
"Los estadounidenses valoran mucho el patrimonio artístico francés y fueron los primeros en reaccionar. Cuando leyeron la noticia preguntaron si había un micromecenazgo, me pa

Recomendada